19.1.05

Rito urbano

Cuando salí de la oficina, apenas garuaba. Pero a las dos cuadras, de pronto, empezó a caer granizo. Mi paraguas rotoso no iba a poder soportarlo, así que me refugié bajo el alero de un kiosco de diarios y revistas, todavía abierto. Éramos cuatro transeúntes, un vendedor de la plaza, y dos señoras que atendían el kiosco.
Los comentarios de rigor sobre el clima loco y tropical, y un señor, de improviso, se aleja un poco del alero y empieza a juntar bolitas de hielo del piso.
*Una para usted,
*una para usted,
*otra para usted,
*sírvase,
*una por aquí,
*sírvase, por favor.
Nos convidó a todos, y nos quedamos cada uno saboreando en silencio la piedrita fresca.
Paró un poco la tormenta. Rearmé como pude mi paraguas rotoso y caminé las dos cuadras que me quedaban hasta la parada del colectivo. Un poco más hermanada con vaya uno a saber qué.